lunes, 14 de junio de 2010

Poeta colombiano (Bogotá, 1833-1912) Secretario perpetuo de la Academia colombiana, fue uno de los más fecundos y destacados poetas del romanticismo hispanoamericano. El amor y la naturaleza fueron sus temas más frecuentes, en un estilo que, tras un primer momento superficial y declamatorio, fue profundizando y convirtiendo en rigurosamente clásico. Cultivó además el cuento y la fabula infantil (cuentos pintados y cuentos morales para niños formales, 1854). Entre su obra destacan la recopilación póstuma de su obra poética, que lleva por titulo Poesías (1916-1917), y Traducciones poéticas (1917), también póstuma.
  • Con Rafael Pombo no surge tan sólo el poeta maestro del romanticismo sino también el poeta profesional y el poeta creador. Su obra no caduca en un poema. Comienza en una fábula y atrapa una constelación. Posiblemente es el poeta más representativo en toda la historia literaria de Colombia en la medida en que es un demiurgo y por lo tanto autor de un universo tan rico y maravilloso como el de Ándersen, La Fontaine, Cervantes y Tolstoi. Sus fábulas viven hoy como ayer y con la mejor vida: esa vida cotidiana de las palabras que toman cuerpo entre los infantes y los abuelos. Es el poeta de las edades del hombre: seductor de la naturaleza, la flora y la fauna.

    Trabajos:

    El renacuajo paseador
    Mrringa mirronga
    La pobre viejecita
    Simon el bobito
    Pastorcita
    Juan matachin
    Cutufato y su gato
    El gato bandido
    El niño y la mariposa
    Las siete vidas del gato
    Las flores

    He aquí una muestra de su obra:

    Érase una viejecita
    Sin nadita que comer
    Sino carnes, frutas, dulces,
    Tortas, huevos, pan y pez.

    Bebía caldo, chocolate,
    Leche, vino, té y café,
    Y la pobre no encontraba
    Qué comer ni qué beber.

    Y esta vieja no tenía
    Ni un ranchito en que vivir
    Fuera de una casa grande
    Con su huerta y su jardín.

    Nadie, nadie la cuidaba
    Sino Andrés y Juan Gil
    Y ocho criados y dos pajes
    De librea y corbatín.

    Nunca tuvo en qué sentarse
    Sino sillas y sofás
    Con banquitos y cojines
    Y resorte al espaldar.

    Ni otra cama que una grande
    Más dorada que un altar,
    Con colchón de blanda pluma,
    Mucha seda y mucho olán.

    Y esta pobre viejecita
    Cada año, hasta su fin,
    Tuvo un año más de vieja
    Y uno menos que vivir.

    Y al mirarse en el espejo
    La espantaba siempre allí
    Otra vieja de antiparras,
    Papalina y peluquín.

    Y esta pobre viejecita
    No tenía que vestir
    Sino trajes de mil cortes
    Y de telas mil y mil.

    Y a no ser por sus zapatos,
    Chanclas, botas y escarpín,
    Descalcita por el suelo
    Anduviera la infeliz.

    Apetito nunca tuvo
    Acabando de comer,
    Ni gozó salud completa
    Cuando no se hallaba bien.

    Se murió del mal de arrugas,
    Ya encorvada como un tres,
    Y jamás volvió a quejarse
    Ni de hambre ni de sed.

    Y esta pobre viejecita
    Al morir no dejó más
    Que onzas, joyas, tierras, casas,
    Ocho gatos y un turpial.

    Duerma en paz, y Dios permita
    Que logremos disfrutar
    Las pobrezas de esa pobre
    Y morir del mismo mal.

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