Poeta colombiano (Bogotá, 1833-1912) Secretario perpetuo de la Academia colombiana, fue uno de los más fecundos y destacados poetas del romanticismo hispanoamericano. El amor y la naturaleza fueron sus temas más frecuentes, en un estilo que, tras un primer momento superficial y declamatorio, fue profundizando y convirtiendo en rigurosamente clásico. Cultivó además el cuento y la fabula infantil (cuentos pintados y cuentos morales para niños formales, 1854). Entre su obra destacan la recopilación póstuma de su obra poética, que lleva por titulo Poesías (1916-1917), y Traducciones poéticas (1917), también póstuma.
- Con Rafael Pombo no surge tan sólo el poeta maestro del romanticismo sino también el poeta profesional y el poeta creador. Su obra no caduca en un poema. Comienza en una fábula y atrapa una constelación. Posiblemente es el poeta más representativo en toda la historia literaria de Colombia en la medida en que es un demiurgo y por lo tanto autor de un universo tan rico y maravilloso como el de Ándersen, La Fontaine, Cervantes y Tolstoi. Sus fábulas viven hoy como ayer y con la mejor vida: esa vida cotidiana de las palabras que toman cuerpo entre los infantes y los abuelos. Es el poeta de las edades del hombre: seductor de la naturaleza, la flora y la fauna.
Trabajos:
El renacuajo paseador
Mrringa mirronga
La pobre viejecita
Simon el bobito
Pastorcita
Juan matachin
Cutufato y su gato
El gato bandido
El niño y la mariposa
Las siete vidas del gato
Las flores
He aquí una muestra de su obra:
Érase una viejecita
Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces,
Tortas, huevos, pan y pez.
Bebía caldo, chocolate,
Leche, vino, té y café,
Y la pobre no encontraba
Qué comer ni qué beber.
Y esta vieja no tenía
Ni un ranchito en que vivir
Fuera de una casa grande
Con su huerta y su jardín.
Nadie, nadie la cuidaba
Sino Andrés y Juan Gil
Y ocho criados y dos pajes
De librea y corbatín.
Nunca tuvo en qué sentarse
Sino sillas y sofás
Con banquitos y cojines
Y resorte al espaldar.
Ni otra cama que una grande
Más dorada que un altar,
Con colchón de blanda pluma,
Mucha seda y mucho olán.
Y esta pobre viejecita
Cada año, hasta su fin,
Tuvo un año más de vieja
Y uno menos que vivir.
Y al mirarse en el espejo
La espantaba siempre allí
Otra vieja de antiparras,
Papalina y peluquín.
Y esta pobre viejecita
No tenía que vestir
Sino trajes de mil cortes
Y de telas mil y mil.
Y a no ser por sus zapatos,
Chanclas, botas y escarpín,
Descalcita por el suelo
Anduviera la infeliz.
Apetito nunca tuvo
Acabando de comer,
Ni gozó salud completa
Cuando no se hallaba bien.
Se murió del mal de arrugas,
Ya encorvada como un tres,
Y jamás volvió a quejarse
Ni de hambre ni de sed.
Y esta pobre viejecita
Al morir no dejó más
Que onzas, joyas, tierras, casas,
Ocho gatos y un turpial.
Duerma en paz, y Dios permita
Que logremos disfrutar
Las pobrezas de esa pobre
Y morir del mismo mal.
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