lunes, 14 de junio de 2010



Poeta colombiano (Bogotá, 1865 - 1896). Trabajo desde temprana edad en el negocio de su padre, publicando sus primeros trabajos en una revista de corta tirada. Tras un viaje por Europa (1884), no pudo salvar de la quiebra el negocio familiar. En 1894 desempaño el cargo de secretario de la delegación de Colombia en Caracas. De regreso a su país, el barco en el que viajaba naufragó, perdiéndose los originales de gran parte de su obra; sólo rehízo, en 1896, la novela de ideas De Sobremesa, que se editó en 1925. Acosado por los acreedores, se suicido a la edad de 31 años. Apenas publico en vida, a excepción del celebre Nocturno (1894), compuesto en memoria de su hermana muerta. Su obra apareció recogida por vez primera en el volumen Poesías (Barcelona, 1908) con prologo de M. de Unamuno. Pese a sus raíces románticas, su fuerte innovación prosodia fue ampliamente recogida por los modernistas. Se han encontrado en su poesía influencias de C. Baudelaire y Edgar Allan Poe.

Aqui, su más celebre poema:

Una noche,

Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,

Una noche,

En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,

A mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,

Muda y pálida

Como si un presentimiento de amarguras infinitas,

Hasta el más secreto fondo de tus fibras te agitara,

Por la senda florecida que atraviesa la llanura

Caminabas,

Y la luna llena

Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,

Y tu sombra

Fina y lánguida,

Y mi sombra

Por los rayos de la luna proyectada

Sobre las arenas tristes

De la senda se juntaban

Y eran una

Y eran una¡

Y eran una sola sombra larga!

¡Y eran una sola sombra larga!

¡Y eran una sola sombra larga...!
Esta noche

Solo; el alma

Llena de infinitas amarguras y agonías de tu muerte,

Separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,

Por el infinito negro,

Donde nuestra voz no alcanza,

Solo y mudo

Por la senda caminaba...

Y se oían los ladridos de los perros a la luna,

A la luna pálida

Y el chirrido de las ranas...
Sentí frío. Era el frío que tenían en la alcoba

Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,

Entre las blancuras níveas

De las mortuorias sábanas!

Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,

Era el frío de la nada...

Y mi sombra

Por los rayos de la luna proyectada,

Iba sola,

Iba sola,

¡Iba sola por la estepa solitaria!

Y tu sombra, esbelta y ágil

Fina y lánguida,

Como en esa noche tibia de la muerta primavera,

Como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,

Se acercó y marchó con ella,

Se acercó y marchó con ella,

Se acercó y marchó con ella...

¡Oh las sombras enlazadas!

¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!

¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas...!

José Asunción Silva

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